domingo, 7 de febrero de 2010

Dibujarle

Dibujarle es el remedio,
que en su retrato se ampara mi embeleso.
Recuerdo los destellos de su imagen,
mi pulso retoca su apariencia.
Afino el trazo, que sea exacto,
para el entrelabio de su boca.
Sonrío al lápiz que le describe,
sigiloso y cómplice funcionario.
La línea aparece, idéntica
a la del entrelabio de mi entrepierna.
Presiento la piel de nuestras manos
buscarse entre los rojos frutos
de un mismo cuenco.
El halo cálido del roce me sitúa
entre los nudosos dedos de un árbol desnudo.
Sobre la palma de la mano gris de la tierra
le observo bañarse en la luz de la luna,
-¡cómo le ablanda la armadura de
su no correspondencia!-
Usted, de pronto, es tierno como un semejante.
Y el presente me descubre enamorándome
al borde de su estampa de papel,
enhebrando las cuentas de mis espejismos
al hilo frágil de la arena del Reloj.

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